26 de junio: Muerte de Francisco Pizarro

junio 26, 2013 Úrsula Alvarado 0 Comments

<Los almagristas abrieron del todo la puerta del comedor y penetraron en tropel preguntándose, al toparse con la abandonada mesa: "¿Qué es del tirano? ¿Dónde está? Desconcertados, indagantes, se dirigieron a las habitaciones del Marqués con intención de matarlo en la cama, si de verdad estaba enfermo; mas les salió al encuentro y defendió la puerta de la recámara Francisco Martín de Alcántara  quien con su robusto brazo de labrador esgrimía una espada de acero. Los de Chile se frenaron; sin embargo, descubriendo detrás de Alcántara al Marqués que se estaba terminando de abrocharse las coracinas, se arremolinaron en la puerta y trataron de tomarla, al tiempo que gritaban: "Muera el tirano, que se nos pasa el tiempo y podría ser que le viniese a favor! El Marqués apartó a sus pajes -que no lograban terminar de abrocharle las coracinas- y sacando su espada de la vaina, le dijo, como si presintiese su fin: "Vení aca, vos, mi buena espada, compañera de mis trabajos". Empuñada el arma, el viejo se sintió fuerte y con bríos de indignación acudió a la puerta de la recámara a ponerse codo a codo con su hermano y defenderla juntos de los de Chile. Cuentan que al ir a secundarle le gritó: ¡A ellos, hermano, que nosotros nos bastamos para estos traidores!
El Marqués, mientras luchaba, increpaba a sus enemigos duramente: ¿Qué desvergüenza tan grande ha sido esta? ¿Porqué queréis matarme?... El bravo viejo se defendía como un león, esgrimiendo su espada con tal destreza, que ninguno se acercaba, por valiente que fuese. En eso cayó Francisco Martín con una estocada en el pecho y se puso a defender solo el umbral de su cámara, sólo con su valor y su espada, para vergüenza de sus atacantes, que ni siquiera así pudieron hacerlo retroceder y desesperados pedían lanzas para matarlo de lejos.
No se retrajo por ello el Marqués, antes bien, pretendiendo desanimar a sus adversarios, siguió combatiendo con más intensidad que antes. Tan animoso se mostró, que Juan de Herrada entendió que así no lo vencerían nunca y, recurriendo a un ardid traicionero, tomó a uno de los suyos apellidado Narvaez y lo empujó hacia Pizarro; el Marqués lo recibió con la espada, pero el peso del cuerpo lo hizo retroceder, aprovechando entonces los de Chile para traspasar el umbral de la cámara a la carrera y rodearlo. Pizarro continuó la lucha; ésta ya no era ofensiva sino defensiva. Era la contienda del águila contra los cuervos hambrientos, se hizo un anillo de atacantes en torno al gobernador: el anillo giró con frenesí de odio, luego se cerró con intención de muerte. Cuando se volvió a abrir para contemplar su obra, el Marqués estaba lleno de heridas y apoyado en el suelo: la mayor de ellas produjo una estocada en el cuello que le había cortado la carótida. Pizarro, entre otras heridas, tenía el codo derecho cercenado; sus ropas estaban manchadas de sangre, ésta le manaba a borbotones. El viejo león, sin mostrar flaqueza ni falta de ánimo, trató de levantarse para seguir luchando. El Marqués todavía consciente, se desplomó sobre el piso ensangrentado. Sintiendo las ansias de la muerte pidió confesión, se llevó la mano izquierda a la garganta y mojando sus dedos en la sangre hizo la señal de la cruz con ellos, luego balbuceó el nombre de Jesús y pretendió darle un beso a la cruz... No pudo hacerlo, porque uno de los de Chile decidió ultimarlo y, tomando un cántaro de barro, se lo quebró en la cara. El Marqués se desplomó definitivamente y quedó quieto en el suelo.
Y mientras los asesinos salían gritando: "Viva el Rey, muerto es el tirano! y  los rezagados bajaban fatigados la escalera comentando: ¡cómo era valiente hombre el Marqués!, arriba -con el rostro hundido en su sangre guerrera- yacía el Conquistador del Perú.>

Muerte de Francisco Pizarro.
26 de junio, 1541

Limanía

Fuente: "PIZARRO", José Antonio del Busto Duthurburu

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